Una carta que nunca llegó a su destino. Reflexiones y sentimientos para los días que corren. Una retrospectiva de lo que somos pero también de lo que no pudimos ser. La lucha por mantenerse en pie, por dar calor a este frío industrial.
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«Querido mío, hace meses que no nos vemos. Las semanas pasan despacio y apenas puedo moverme. Necesito escribirte, porque hoy es un día especial y mañana no sé donde estarán estos huesos. Quisimos ser algo pero nos olvidamos de lo esencial. Por suerte, querido mio, hoy amanece otra vez más, en una ciudad sin cariño, rodeados de fábricas, edificios, grandes avenidas y rutinas desquiciantes que nos roban lo poco que nos queda de cariño e inocencia. En este viaje de ida y vuelta, con muchas derrotas pero también alguna que otra sabrosa victoria que guardamos en alguna vieja maleta, entre calcetines usados, relojes rotos y cartas que nunca llegaron a su destino. La guerra siempre ha existido, por mucho que los disfraces de tu corazón intenten hacerte creer que jamás hubo ninguna. El lenguaje se ha esfumado, las palabras ya no nos pertenecen, y quizás, jamás nunca lo hicieron. Quien construye las frases construye el poder. Pero tampoco quisimos hablar el mismo idioma, pues sus vacías sentencias apenas decían nada a quienes tuvimos otra meta que la de comportarse como una más de esta cadena».