Nómadas de primavera

abril

Como los rayos de luz en primavera, como aquella brisa fresca que crecía en tu jardín, nómadas y vagabundos compartiendo aceras, el guión de una secuencia que no tiene fin. El dolor de un músculo frágil cansado de esperar, las paredes desgastadas que decoran la ciudad, laberintos sin salida, agua, barro y lluvia, los abrazos de esas noches que podíamos volar. Las canciones de esas tardes que llenaban horas, entre bailes y caidas del despertador, las sonrisas y miradas dulces que enamoran, las batallas que libramos por ganar a la razón. El aroma de tu rostro que desprende fuerza, las farolas que iluminan suavemente el interior, pedaladas entre coches sintiéndonos vivos, caminando lentamente sin ninguna dirección. Los secretos de esos libros que nos regalaron universos paralelos para pasar a la acción, los recuerdos de esos días buscando algo nuevo entre el polvo y el olvido almacenado en un cajón. El placer de estar despierto en este cementerio de cadenas invisibles, de sus templos y colegios, la ideas divertidas para nunca seguir cuerdos, la memoria de momentos de locura y emoción. Deliciosas melodías que cantamos juntos, atardeceres hermosos como el calor de un hogar, las estrellas que nos guían en este desierto, las miradas tan intensas que no podías evitar. Los cafés de las mañanas, de las tardes y las noches, entre el fuego y esa risa que solías susurrar, las historias increíbles que me contaste al oído, los latidos de una mente que soñaba con volar.