Balances sin balanza, heridas de nostalgia, recuerdos silenciados por el tiempo y la distancia. Ya es demasiado tarde y abril no espera a nadie, quizás mayo nos regale los disturbios en las calles, de nuestros recovecos, poder y privilegios, quisimos prender fuego al dogma de sus colegios. Pero estábamos dentro, pupitres y cemento, las ruinas nos comieron sepultadas en su templo.
Y nos quemamos…
Entre el aburrimiento, extintas de la llama, un calor que se apaga en un nuevo incendio. Se cuelan los aromas de nuestras cicatrices de una esfera agotada que no entiende lo que dices. Discursos silenciados por cómodos placeres, ahogadas en el tedio de tareas y deberes, y no nos escuchamos, quizás no demasiado, tuvimos tantas dudas que el invierno se hizo largo.
Y nos quemamos…
Mañanas divertidas, vapor de cafeteras, temblaron nuestras piernas en busca de una salida. La puerta está escondida, no hay agua ni comida, en este eterno páramo se impuso la apatía. Ardieron nuestros rostros con el hielo del poder, semillas bajo tierra que esperaban ver crecer, la vida de sus ojos, las raíces de sus sueños, cansadas de gritar en un mundo de silencio.
Y nos quemamos…
Espectadores sordos, los muros de la escena, gargantas destruidas entre incomprensión y niebla, quisimos enfrentarnos, que volviese la guerra, perdimos mil partidas sin encontrar herramientas. Llenando más cuadernos, buscando medicina, con la que estar a salvo, alivios contra el llanto, picor desenfrenado, sedientos sin bebida, borratajos y prisa, golpes y caídas.
Y nos quemamos…