Tormenta sin rostro, bendita locura,
bañaste mis ojos en piscina oscura.
Las calles, las olas, las grietas, los bancos,
pisuerga a la orilla, los cantos en charcos.
Chispazos de ausencia, el agua en mi barco
quisiste navíos remando en tu encanto
Las noches, los faros, el tacto, los tragos,
amargo es el labio que tanto ha callado.
Y a lo lejos, aquella nube de polvo húmedo,
aquel suspiro por verte en el inframundo.
Nuestras vidas se deshacen como el tiempo,
nuestra esencia es el instante, es petricor.
Es niebla de cuando el sol se diluye en el asfalto
su humedad, sus dirección, las esquinas de mi canto.
Las Aceras solitarias, como el campo de esta tierra,
las heridas de tu rostro, aquí nunca hay primavera.